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jueves, 12 de junio de 2014

Introduzcamosnos en la Zona Centro y Sur ..

Zona Central


La zona Central de Chile, la más poblada y la primera donde se establecieron los colonizadores españoles, produjo la aparición de una mitología propia en la etapa de la colonia chilena, caracterizada por asimilar muchos de los seres mitológicos provenientes de las creencias del pueblo mapuche.


Las leyendas y mitos de esta zona tienen muchas versiones modificadas por la tradición oral. Algunos de los seres mitológicos más conocidos o populares son Pedro Urdemales, la Calchona, la Llorona, el Chonchón y el Piuchén; mientras que cuenta con leyendas como la laguna del Inca o la campana de Rere. También hay muchas referencias a historias sobre la aparición del diablo («El Mandinga») y de encuentros con brujas.
 A continuación conoceremos algunas de ellas:

La Calchona

Muchas son las versiones que se han tejido en torno a la fantástica historia de la Calchona. Mientras algunas personas se refieren a ella como una mujer fea y malévola que ataca a los jinetes, otras dicen que, tomando forma de animal, ataca a los hombres desobedientes e infieles. Existe, además, la versión de la mujer que por las noches se transforma en diferentes animales.

Aquí te presentamos una de ellas: cuenta la historia de un matrimonio que vivía sin problemas en el campo, junto a sus dos hijos. Sin embargo, la familia no sabía que la mujer era bruja y que en su hogar escondía varios frascos con unas cremas que, al aplicarlas sobre su cuerpo, le permitían transformarse en el animal que ella eligiese. Todas las noches realizaba el rito de colocarse los ungüentos y salir a pasear por los campos. En la mañana regresaba, se aplicaba sus cremas y volvía a recobrar la forma de madre. 


Así pasó el tiempo, hasta que un día sus hijos la vieron, e imitando a su mamá se pusieron las cremas, transformándose en múltiples animales. Pero cuando quisieron volver a ser niños, no supieron cómo, y convertidos en animalitos se pusieron a llorar. El padre despertó con los sollozos de los hijos, pero su sorpresa fue enorme, pues en lugar de verlos a ellos encontró solamente pequeños animales. Con inteligencia, logró encontrar el frasco con la pócima indicada y consiguió que los niños se transformaran nuevamente en niños; pero para evitar que les volviera a ocurrir lo mismo, tomó las cremas y las botó en las aguas de un río.
La madre, convertida en oveja negra, regresó a su casa, comenzó a buscar sus cremas por todos lados, y como no pudo encontrarlas, quedó para siempre convertida en ese animal. Por eso, cuando se siente balar una oveja negra que vaga de noche sola por los campos, los campesinos saben que se trata de la Calchona. Todos acostumbran dejarle un plato de comida para que se alimente, ya que es totalmente inofensiva.


La Cuca


De la leyenda de la Cuca se conocen tres versiones: la Cuca negra, la Cuca blanca y la Cuca cordillerana. La primera es un ave que vuela de noche. Cuando lo hace en las noches de luna, si su sombra toca a una persona, esta muere antes de cumplirse un año. Su grito se asemeja al rebuzno de la mula. Si lo lanza sobre una casa, al poco tiempo muere uno de los moradores de ella.
La Cuca blanca es un ave benéfica que ayuda a las personas que andan extraviadas a encontrar el camino. Cuando canta, dice: ¡Cuca! ¡Cuca!
La Cuca cordillerana habita cerca de los Andes y es un ser mitad mujer, mitad vaca que siempre anda con la cabeza tapada. Entra en las casas, saca a las personas mientras duermen y las deja en un sitio distante sin causarles ningún daño.

El Chonchón

El Chonchón se presenta como una cabeza humana, de la que nacen unas enormes orejas que usa a modo de alas para volar. Su presencia es delatada por su fatídico grito de tué, tué, que indica que una persona va a morir. Revolotea alrededor de la habitación de los enfermos, lucha con el espíritu de estos, y, si los vence, chupa la sangre de los pacientes.
Se considera a los Chonchones como brujos que tienen el secreto para volar. Esto lo hacen untándose unas cremas en la garganta, con lo que logran que salga a volar sólo la cabeza, diciendo: Sin Dios ni Santa María. El cuerpo permanece en la casa.
Para ahuyentarlos se reza la siguiente oración: San Cipriano va para arriba, San Cipriano va para abajo, sosteniendo una vela del buen morir. Con estas
palabras el Chonchón cae al suelo. También se le echa sal al fuego de la cocina y se dice: Pasa, Chonchón, tu camino, o vuelve mañana por sal. Al día siguiente se presentará alguien a pedir sal y no hay que negársela.




El Pihuchén

En mapuche significa secar a la gente. Es un personaje cuya existencia se registra más allá de la zona central, pues también aparece en Coquimbo, La Araucanía y Chiloé.
Se trata de un culebrón verdoso, de alrededor de medio metro de largo, que vive en el corazón de los árboles huecos. Chupa la sangre de las ovejas o de los cristianos desde lejos.
Su presencia se reconoce por las huellas de sangre que deja.
En algunos campos, a los rebaños de ovejas se les ponen seis o más cabros, pues la sangre de estos animales es muy fuerte y ahuyenta a los pihuchenes.

Para matarlo, se cubre el árbol en que está escondido con una tela fuerte, para que no pueda huir, y en seguida se prende fuego al árbol.


La Laguna del Inca

Escondida en las alturas de la Cordillera de los Andes, en Portillo, se encuentra una hermosa laguna que hoy se conoce como Laguna del Inca. Algunas personas aseguran que sus tranquilas aguas color esmeralda se deben a una romántica historia de amor.
Antes que los españoles llegaran a estas tierras, los incas habían extendido sus dominios hasta las riberas del río Maule, y como se consideraban hijos del Sol, las cumbres andinas eran el escenario ideal para realizar sus rituales y ceremonias religiosas.
Según cuenta la leyenda, el inca Illi Yupanqui estaba enamorado de la princesa Kora-llé, la mujer más hermosa del imperio. Decidieron casarse y escogieron como lugar de la boda una cumbre ubicada a orillas de una clara laguna. Cuando la ceremonia nupcial concluyó, Kora-llé debía cumplir con el último rito, que consistía en descender por la ladera del escarpado cerro, ataviada con su traje y joyas, seguida por su séquito. Pero el camino era estrecho, cubierto de piedras resbalosas y
bordeado por profundos precipicios. Fue así como la princesa, mientras cumplía con la tradición, cayó al vacío.
Illi Yupanqui, al escuchar los gritos, se echó a correr, pero cuando llegó al lado de la princesa, ella estaba muerta. Angustiado y lleno de tristeza, el príncipe decidió que Kora-llé merecía un sepulcro único, por lo que hizo que el cuerpo de la princesa fuera depositado en las profundidades de la laguna.
Cuando Kora-llé llegó a las profundidades envuelta en blancos linos, el agua mágicamente tomó un color esmeralda, el mismo de los ojos de la princesa. Se dice que desde ese día la Laguna del Inca está encantada. Incluso hay quienes aseguran que en ciertas noches de plenilunio el alma de Illi Yupanqui vaga por la quieta superficie de la laguna emitiendo tristes lamentos. 

Carcancho

El carcancho es otro de los personajes fabulosos que se menciona en la zona central. La leyenda cuenta que se trata de un hombre cubierto de pelos que se alimenta sólo de tubérculos y camina incansablemente por la nieve. Muchas personas lo han seguido, pero nunca han podido darle alcance. De su presencia sólo quedan unas enormes pisadas impresas en la nieve.

Zona Sur


El Basilisco

Criatura que tiene cabeza de gallo y un cuello largo como el de una serpiente. Nace de un pequeño huevo incubado por una gallina vieja o un gallo rojo.
Cuando en los gallineros aparece, de vez en cuando, un pequeño huevo blanco-grisáceo, de aproximadamente un centímetro de diámetro, redondo, de cáscara gruesa y rugosa, el pánico se apodera de la gente de Chiloé, ya que de él nace el terrible y despiadado monstruo llamado Basilisco, también conocido como Fasilisco, Athrathrao o Lagarto. Si se desea evitar que nazca, el huevo, puesto por una gallina vieja o un gallo rojo, se debe quemar de inmediato.
El aspecto del Basilisco es una mezcla entre ave y reptil. Tiene cabeza de gallo, un cuello largo y ondulante como de serpiente, cuerpo con forma de ave, con alas y patas pequeñas.
En el día se esconde bajo el piso de la casa en donde vive. En la noche, cuando todos duermen, sale de su guarida emitiendo un hipnotizante canto parecido al gallo, que hace caer en una especie de coma a los moradores. De esta forma, se introduce en los dormitorios y les absorbe el aliento y la saliva a sus ocupantes, robándoles su fuerza interna.
Quien es atacado comienza a sufrir una tos seca y a enflaquecer, hasta que queda reducido a un esqueleto. El final es trágico, pues uno a uno los habitantes de la casa enferman y fallecen. La única forma de terminar con
este monstruo es quemar la casa.
El Basilisco no sólo seca a los moradores de las viviendas, sino que también puede sorprender a una madre que está amamantando. Cuando esta duerme, le succiona la leche de sus pechos, mientras entretiene a su bebé dándole a chupar su cola.
Este engendro también posee el poder de matar a quien lo vea, sólo con su mirada. Si solamente le alcanza a divisar un brazo o pierna, el individuo no muere, pero queda con aquel miembro paralizado por el resto de sus días.









El Imbunche

Se dice que cuando los brujos necesitan de un cuidador para su cueva, raptan al primogénito de alguna familia. También se cree que muchas veces es el mismo padre quien vende al niño o lo regala, a cambio de favores de parte de los brujos.
Este niño es el Imbunche (también conocido como Ivunche, Invunche , Vuta Macho, Machucho o Chivato de la Cueva), a quien los hechiceros deforman quebrándole una pierna, la que luego le tuercen sobre su espalda. También le doblan la cabeza hacia atrás y sus orejas, boca, nariz y dedos son torcidos igualmente. Además, le aplican sobre su espalda un ungüento que le hace crecer un pelo grueso.
Para caminar se apoya en su pierna buena y en sus dos brazos y manos, por lo que se dice que anda en tres patas. El Imbunche no puede hablar y sólo emite sonidos guturales y desagradables parecidos al balar de un chivo. Además, los brujos le parten la lengua en dos, para que no pueda revelar los secretos de su secta; existen historias sobre imbunches que lloran bajo la Luna, como si recordaran a su familia.
Durante el período de lactancia es alimentado con leche de gata negra (mujer india). Después con carne de cabrito (niños de corta edad) y, a partir de la juventud, de carne de chivo (carne de adulto). Los alimentos deben serle servidos sólo por los brujos.
Su función es proteger la entrada de la Cueva de los Brujos, participar en algunos rituales y arbitrar como un patriarca en algunos juicios.
Si bien debe permanecer en su puesto, en ocasiones el Invunche sale, cuando escasea el alimento o cuando los brujos lo utilizan como un asesino a larga distancia para aquellos que se atreven a interponerse en el camino de los hechiceros.

Cueva de Quicaví

Se dice que en la localidad de Quicaví (comuna de Quemchi) se encuentra una cueva que también es llamada Casa Grande. Esta sería la guarida donde vive el Supremo de los Brujos (un rey o gobernador) y estaría resguardada por el Imbunche.
En ella se encuentra una serie de objetos de brujería, como, por ejemplo, uno que revela el pasado, el presente y el futuro, y todo cuanto el Supremo desee conocer. También está el Macuñg, que es un chaleco luminoso que llevan los brujos por las noches y que les sirve para volar; este está hecho de piel humana.
Los brujos, cuando desean quedar a oscuras, se bajan el poncho, y si quieren luz, se lo suben.
Otros dicen que allí estaría el Libro o Revisorio, un instrumento usado para hacer diversos exámenes, y el Chayanco, utilizado para vigilar a todos los miembros de la comunidad de brujos.
La Cueva tendría su entrada en una quebrada y mediría aproximadamente 200 metros de largo y sería un sitio subterráneo con muchas dependen
El Pillán

Los principales dioses del pueblo mapuche eran imaginados como malos espíritus a los que había que apaciguar mediante algunos sacrificios. La más poderosa de estas divinidades era Pillán, el dios del trueno y el proveedor del fuego. Este dios provocaba los temblores de la tierra, las erupciones volcánicas y los relámpagos.
Se representaba como una divinidad corporal en varias formas. Los jefes guerreros que morían luchando eran reabsorbidos por Pillán y se convertían en volcanes; los simples guerreros lo hacían en nubes. A partir de esta creencia se elaboró el siguiente mito: durante una tempestad los indígenas miraban al cielo para ver hacia qué lado se dirigían las nubes, suponiendo que significaban la batalla entre ellos y los españoles invasores. Si las nubes iban hacia el sur, los mapuches se lamentaban porque significaba la derrota indígena; en cambio, si lo hacían en dirección al norte se alegraban por la derrota española que representaba.
El dios Pillán tenía como servidores a otros espíritus llamados wekufus, que para hacer el mal poseían la facultad de transformarse a su antojo. Los mapuches atribuían a estos espíritus todas las enfermedades y algunos de los fenómenos meteorológicos que ocurrían a destiempo, como por ejemplo que lloviese en el momento de recoger la cosecha.
La divinidad benéfica que tenían los mapuches era Anchimayén, la Luna, esposa del Sol. Protegía a este pueblo de los desastres y expulsaba a los malos espíritus, que huían por miedo a ella. 

El Trauco

Es tal vez uno de los más representativos. Según la leyenda chilota, se trata de un hombre pequeño, deforme y de baja estatura, que habita en los bosques de la región. Sus facciones son gruesas y toscas, y su cuerpo, además de asemejarse al tronco de un árbol, está cubierto de fibras de quilineja (planta trepadora usada para la fabricación de canastos y cordeles). Usa un gorro en forma de cono, como un cucurucho, y porta una pequeña
hacha de piedra o bastón de madera llamado pahueldún, con el que es capaz de derribar cualquier árbol, pues tiene la fuerza de un gigante.
Se dice que es capaz de matar a una persona con la mirada, siempre que la vea antes de ser observado; pero es más frecuente que ella quede deforme, con el cuello torcido, o sentenciada a morir dentro de un año.
Tiene instintos lascivos y procura siempre apoderarse de alguna mujer para abusar de ella.





La Pincoya

Es una mujer joven de extraordinaria belleza que representa la personalidad de los mares y las playas. Sale de la profundidad de las aguas a danzar en las playas o sobre las olas, semi-vestida con un traje de algas. Sus brazos y piernas son similares a los de una persona.
Cuando realiza su baile mirando hacia alta mar, significa que abundarán los peces y mariscos. En cambio, si lo hace con el rostro en dirección hacia la playa, indica que los peces y mariscos serán escasos. Si por la ausencia de la Pincoya la escasez se mantiene, es posible hacerla volver por medio de una ceremonia mágica donde intervienen brujos o machis.
Cuando los isleños naufragan, la Pincoya acude a su auxilio. A veces algunos pescadores la ven entre los roqueríos peinando su larga cabellera, rojiza o rubia. Su acompañante, como hermano o esposo, es el Pincoy.



Las Tres Pascualas

A fines del siglo XVIII, en Concepción vivían tres hermanas, a quienes se las conocía como las tres Pascualas. Como era su costumbre lavar juntas la ropa en una laguna cercana a su hogar, se las veía frecuentemente afanadas en esta labor.
Una tarde, algunas mujeres encontraron sus cadáveres flotando en el agua. ¿Qué había pasado? Según se cuenta, las hermanas se enamoraron del mismo
hombre, quien las sedujo y, luego, las abandonó. Desesperadas, ellas decidieron terminar con sus vidas y se arrojaron a la laguna. Inexplicablemente, se formó un gran remolino y las aguas, furiosas, se desbordaron. Cuando la quietud volvió, la laguna tomó la forma de la luna en cuarto menguante.
Desde entonces, los lugareños cuentan que algunas noches suelen ver lavando a las tres Pascualas.
Otra versión de la leyenda dice que a la casa donde vivían con su padre habría llegado a hospedarse un forastero. El hombre se enamoró de las tres
muchachas y cada una, en secreto, le correspondió su amor. Sin embargo, él no supo a cuál de las tres escoger, así que las citó a la laguna en la noche de San Juan. Las esperó sentado en un bote y cuando vio su reflejo, desesperado, comenzó a gritar: ¡Pascuala!...
¡Pascuala!... ¡Pascuala! Las tres creyeron ser las elegidas, entraron en la laguna y se ahogaron. Desde entonces, se dice que en las noches de San Juan, en la laguna aparece un bote y se escucha una voz angustiada que llama a las muchachas.



La campana de Rere

Rere es una localidad ubicada en la Octava Región de nuestro país. En este lugar es famosa la leyenda de la campana de un antiguo templo que resultó destruido luego de un fuerte terremoto.
Esta campana pudo hacerse gracias a las donaciones de diferentes personas, quienes entregaron para su fabricación joyas, monedas de oro, plata, cobre,
bronce y otros metales. La aleación de todos ellos le dio un maravilloso tañido, que se escuchaban a muchos kilómetros de distancia.

En una ocasión, se quiso llevar la campana a Concepción. Cuando la trasladaban en una carreta tirada por varias yuntas de bueyes, a poco andar no hubo fuerza que lograra hacerla avanzar, y se decidió volverla a su lugar, sin que se necesitara más que una sola yunta para hacerlo.


La llorona

La llorona' es una mujer alta y estilizada cuyo atuendo es de color blanco, aunque no es posible distinguir sus rasgos faciales. Los relatos populares, la describen también como una mujer sin pies, en efecto, parece desplazarse por el piso sin rozarlo.
El mito de 'la llorona' afirma que su eterno penar se debe a que busca a un hijo recién nacido que asesinó arrojándolo al río para ocultar un pecado. Y en esta línea, es parte de su penitencia, castigar a los muchachos que andan de amores prohibidos: se sube a sus caballos y puede llegar a matarlos en un helado abrazo mortal.
Se la llama 'la llorona' porque sus gemidos son tan insistentes que hasta enloquece a los perros, mientras deambula por las noches (sobre todo cuando es noche de plenilunio).
La mayoría de los relatos, la consideran señal de malos presagios, un indicador de mal agüero: puede acercarse para enfermar a las personas, empeorar a los enfermos o traer desgracias a los seres queridos.

En otros relatos, 'la llorona' se presenta como un ser inofensivo que necesita consuelo y ayuda, despertando piedad en la gente que, cuando se acerca a consolarla, les roba todas sus pertenencias.




Fuente de la cual fue extraída la información: www.icarito.cl

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